No hay nada como una buena noche de sueño. Esa sensación de levantarnos frescos y listos para encarar el día tiene que ver con que una buena calidad de sueño favorece el aprendizaje y la memoria. Y cuando somos niños, además, aumenta la cantidad de conexiones cerebrales.
Mientras dormimos nuestro cerebro está muy activo, consolidando todos los aprendizajes del día, salvo en el estado no REM de sueño (20% de nuestro sueño y 50% en bebés) en el que hay más silencio y se consume menos energía. Pero en el 80% del tiempo, nuestro cerebro adulto está “ordenando” toda la información que recibimos mientras estamos despiertos durante el día. Y es clave que esto suceda para nuestro óptimo funcionamiento mental.
¿Cómo lo hace? A través de la red neuronal por defecto o default network, un conjunto de regiones del cerebro que se distribuyen en tres zonas: la zona medial de los lóbulos temporal, parietal y el prefrontal. Estas tres zonas colaboran entre sí y son responsables de gran parte de la actividad desarrollada mientras la mente descansa.
Además, esta naturaleza reparadora del sueño también tiene que ver con que mientras dormimos, el organismo genera adenosina, un químico que limpia el cerebro y lo deja con “espacio libre” para aprender cosas nuevas. Elimina todos los tóxicos de la actividad neuronal que se acumulan durante el día.
Mientras soñamos, realizamos todo tipo de conexiones alucinantes. Dejamos a nuestra mente soltar amarras, dejamos de censurar nuestros pensamientos y de preocuparnos por la lógica. Esto sucede porque el córtex prefrontal se apaga. Y hasta pueden ser productivas y resolver algún problema que no podemos mientras estamos despiertos.
¡Tener un buen día no depende de cómo te levantas, sino de cómo te acostás!